martes, 11 de diciembre de 2007

La escritura

Escribí un te amo
en la puerta de tu boca
y ardiendo
a la salida de tus manos
dije ¡para siempre!,
borrando la melodía del dolor
que me habitaba
en la cintura
del amor que no florece
y que es silencio repetido.

Escribí un te amo
en el altar de tu historia
y con mis besos hechos plegaria
en el dorado cáliz de tu vientre
estremecí dos veces
para nosotros la vida.

Escribí un te amo
al principio de las páginas de cada día
decidido a no pronunciar en ellas
las palabras tedio y acostumbramiento
y al final de cada noche,
arrebatado por el delirio
reescribo en tu cuerpo:

“el amor hecho verbo
arde con el fuego de lo eterno”.

A mi dueña

Estaré toda la vida
agradeciéndole a tu boca
que ha dejado escapar para mi
una bandada de besos
suaves y huracanados.
Toda la vida viviré
para agradecerle
a tu refulgente mirada,
porque ilumina lo que toca.

A ti

Naufragando llegué a tu isla
empujado por la marea,
de sombría claridad
que ahoga el horizonte precipitado.
Flotando a la deriva,
sobre una estampida de silenciosas caracolas
que besaban el crepúsculo de tus manos
y que acarician el rumor del mar
cuando la noche lo adormece.

Mi palabra pesada
torpemente buscó la rima y el aroma,
que no encontró,
sino en la presencia angustiosa
de lo que pudo ser y no fue.

Lo que escribo
son sólo toscos sentimientos,
dibujos sobre la arena de la vida
que las olas llevan y traen
de la dicha a la desilusión
con un eterno dictamen.

Lo que escribo
es un anhelo de amor desesperado,
ese amor que nos enaltece y crucifica,
ese que nos desnuda
de nuestra humana condición
y con nuestra divina esencia nos abriga.

Son todo y son tampoco
son para ti,
para ti que lo eres todo.

Tu recuerdo

¿Qué paisajes adornan tu mirada
cuando me miras buscando al hombre
que te amó como un río desbocado
que cruzó el tiempo
y esa tierra que se quemaba
sobre el horizonte del día?

Porque te veo
y tus ojos me llevan por el aire
al encuentro de tu boca
cuando la guitarra entonaba su canto
y un baile apasionado
nos llenaba el corazón de regalos…

Lléname la vida
y mata mi corazón
con besos apasionados
para renacer de nuevo a tu boca orillado.

Mis manos

Antes de ser mías,
mis manos surcaron el aire que respiras
cabalgando como olas sobre la superficie apasionada
del océano que te contiene.

Antes de pertenecerme,
mis manos anidaron en bandada
sobre tu piel de ámbar y amapola empinada.
Antes de hacerlas mías
mis manos fueron tuyas por principio
arrastradas por el amoroso dictamen
de tu cuerpo en tempestad desatada.

Mis manos son los ojos del alma
que en la penumbra te reconocen
y que a ciegas te intuyen
impregnadas por el aroma precipitado
de los besos que como lluvia caen
una y otra vez
sobre la flor de tu boca
que en el cielo de tu rostro
duerme abotonada.

...Entonces te contemplo,
absorto y maravillado
y atrapo con mis manos
la luz de tus ojos que arden en las sombras
como hogueras de un “no te vayas” en fuga
o como ríos de “te necesito” a quemarropa.
Que placer más perfecto
se alcanza con sólo mirarte
con sólo escuchar el metálico golpe de tu voz
replicando como campanadas en mi oído.

Y nuevamente
mis manos agitan su vuelo
con la apremiante y suave misión
de recorrer de un extremo al otro
el ancho volcánico de tu delirio.
…Pero entonces las atrapan tu boca
y tu boca las bendice, entonces,
porque ellas han logrado establecer
en el rosado fuego de tu aroma
el nuevo orden de tus sentidos!