miércoles, 19 de diciembre de 2007

Preguntas del alma

Cómo darte el último beso
cuando quiero que sea el primero?

Cómo dejarte partir
cuando quiero que

abrazándote
te quedes a mi anclada?

Cómo decirle a mi mano
que vuelva a ser mía
cuando se pierde en el fondo de tu piel
y desata en ella tu amor incontenible?

Cómo dejar de beberte
cuando quiero embriagarme
hasta perder el sentido?

Cómo decirle a mi boca que se detenga
cuando viene y va
sobre tus besos extendidos
en la playa de tus labios enamorados?

Qué destellos de luz
irrumpen la noche desde tus ojos
que me seducen hasta dejarme
rendido y absorto

en el fuego ardiente de tu mirada?

Quién soy yo,
para arrancarle pinceladas de pureza
al aroma que inunda tu piel
y que palpita frágil y temerosa

bajo el aleteo de mi manos en bandada?

Quién soy yo para apoderarme

con la respiración de mis versos,
de la bóveda infinita que cubre
tu angélica transparencia

y diseminarla por los días?

Quién,

quién, amor mío?

Atrapando palabras

Capturado el decir
que desde ciernes me cae en la boca
voy golpeando tu oído

por esta vida disperso,
hasta fundar mi imperio
de ardiente delirio
que desata las amarras
de tu deseo a quemarropa.

Los bosques

Aquí en el sur
no hay tropicales playas
o doradas superficies
embetunadas de exóticos cocoteros,
pero en el horizonte se ven
olas de verde espesura
que se levantan
con irregulares texturas.

Los bosques se empinan apenas
sobre los bordes de la bruma
mientras el sol
la chicotea en las ancas
para que apure su tranco
y se pierda en el cielo evaporado.

Es verdad que los árboles
no dejan ver el bosque
y que camino a Futrono
veo ráfagas de árboles
azotando la llanura
y meteoritos de árboles
precipitándose
en la constelación del camino.

Oleadas de árboles
se levantan sobre el horizonte
llenándome los ojos de un verde intenso
hasta que el Lago Ranco
con azulada claridad
rompió de pronto
el verde imperial
por los árboles establecido.

Hacia ti

Entre las nubes te veo,
te muerdo,
te anticipo,
te beso,
te desnudo:
agitado como un agua
de incansable movimiento
voy revolviendo el aire que te toca
como un tornado de iracundo espesor,
aquí
donde las estaciones se desatan
con locura imprevisible.