…y entrando con inusitada furia y golpeando tras de sí la puerta de mi alma, me dijo: ¿¡Hasta cuándo!?...Un silencio culpable llenó la habitación… ¿¡Hasta cuándo!? -le contesté yo- lleno de dudas y certezas... Luego vinieron las preguntas incontestables y esas frases típicas de arrepentimiento y melancolía. “¡¡Eres tú el que no se puede controlar!!” -me apuré en lanzarle a la cara- mientras sollozaba con cierta tristeza arrítmica, porque el amor lo sobrepasa y no sabe decir que no al impulso que lo arrebata, que lo enciende y acelera. No sabe resistirse frente a los molinos de viento que a la distancia le parecen enormes gigantes que puede derribar con su palpitar seguro y temerario…
Mirando por la ventana del alma, pensé en silencio:¿por qué tiene que ser todo a mil o a cero? ¿Por qué la vida debe ser un arrebato de ilusiones arrojados en ese frenesí que parece dar sentido a lo que somos y lo que queremos ser? ¿Por qué el impulso debe ser vital a ultranza? ¿Por qué un caudal agitándose de emociones disparadas contra sus labios y su mirada encendida, debe ser el viento que empuje su velero, en el altamar de la pasión desenfrenada?
…Me senté desconcertado. Encendí un cigarro y lo miré de reojo. Tenía la vista perdida en el horizonte, con esa mirada que traspasa las paredes del tiempo…No quise lanzar una nueva pregunta que siguiera sonando a reproche. Mal que mal, le debo todo a él y en los momentos de tristeza no puede pagar siempre los platos rotos. Exhalé una bocanada de humo y me senté a su lado, lo abracé con ternura y me quedé mirando el mismo horizonte donde se perdían las lentas lágrimas rojas que desde sus ojos brotaban, sentado al borde de la vida como un eterno Principito…
Mirando por la ventana del alma, pensé en silencio:¿por qué tiene que ser todo a mil o a cero? ¿Por qué la vida debe ser un arrebato de ilusiones arrojados en ese frenesí que parece dar sentido a lo que somos y lo que queremos ser? ¿Por qué el impulso debe ser vital a ultranza? ¿Por qué un caudal agitándose de emociones disparadas contra sus labios y su mirada encendida, debe ser el viento que empuje su velero, en el altamar de la pasión desenfrenada?
…Me senté desconcertado. Encendí un cigarro y lo miré de reojo. Tenía la vista perdida en el horizonte, con esa mirada que traspasa las paredes del tiempo…No quise lanzar una nueva pregunta que siguiera sonando a reproche. Mal que mal, le debo todo a él y en los momentos de tristeza no puede pagar siempre los platos rotos. Exhalé una bocanada de humo y me senté a su lado, lo abracé con ternura y me quedé mirando el mismo horizonte donde se perdían las lentas lágrimas rojas que desde sus ojos brotaban, sentado al borde de la vida como un eterno Principito…